Los hijos de Cleopatra: una historia de poder, lujo y tragedia
Si hiciéramos una lista de las mujeres más influyentes de la historia, sin duda Cleopatra ocuparía un lugar destacado. Más de dos mil años después de su muerte, la última reina de Egipto sigue siendo recordada por su inteligencia, astucia y ambición, así como por los apasionados romances que mantuvo con Julio César y Marco Antonio. Claro que también es célebre por su trágico final.
Lo que no todo el mundo sabe es que Cleopatra tuvo cuatro hijos y fue una madre devota, siempre pendiente de su educación y de su futuro. Soñaba con un destino glorioso para ellos, aunque la historia no terminó como esperaba.
Los hijos de Cleopatra
Cleopatra VII tuvo cuatro hijos: Cesarión, Alejandro Helios, Cleopatra Selene y Ptolomeo Filadelfo. El primero, Cesarión, nació hacia el 47 a. C. fruto de su relación con Julio César. Curiosamente, fue el único hijo biológico del dictador romano, que no tuvo descendencia con ninguna de sus tres esposas.
Años más tarde, de su unión con Marco Antonio, nacieron los gemelos Alejandro Helios y Cleopatra Selene (en el 41 a. C.) y, cinco años después, Ptolomeo Filadelfo, su último hijo.
Cleopatra quiso reflejar en los nombres de sus hijos el destino glorioso que imaginaba para ellos. El primogénito recibió el nombre de Ptolomeo César, combinando la tradición ptolemaica con la romana. En Alejandría, el niño fue apodado Cesarión, que significa “el pequeño César”.
Los gemelos, Alejandro Helios (Sol) y Cleopatra Selene (Luna), evocaban la figura de Alejandro Magno y situaban a los niños en un plano casi divino. Por su parte, el nombre Ptolomeo Filadelfo hacía referencia a un antepasado de la reina, Ptolomeo II Filadelfo, cuyo reinado marcó una de las épocas más prósperas de Egipto.
En el palacio real también vivía Antilo, hijo mayor de Marco Antonio y de su tercera esposa, Fulvia, que se crio junto a ellos en Alejandría. Los cinco niños crecieron rodeados de lujo y conocimiento, protegidos de los peligros del exterior. Sin embargo, la derrota de Cleopatra y Antonio ante Octavio, en la batalla de Accio (31 a. C.), cambió para siempre el destino de aquella familia.
La tragedia de Cesarión
Cesarión, ya adolescente, había sido nombrado corregente bajo el título de Ptolomeo XV César. Cleopatra comprendió rápidamente que Octavio no permitiría que su “primo” sobreviviera, pues, siendo hijo de Julio César, podría convertirse en un rival político peligroso en el futuro.
Según Plutarco, Cleopatra intentó enviarlo lejos, hacia la India, con grandes riquezas para asegurarle la vida. Pero cuando el joven se dirigía a Etiopía, fue engañado: le aseguraron que Octavio había prometido respetar su vida y coronarlo como faraón legítimo. Era una trampa. Octavio ordenó su ejecución inmediata. Cesarión tenía solo diecisiete años.

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Antilo, una víctima colateral
Tampoco Antilo, el hijo mayor de Marco Antonio y Fulvia, escapó a la violencia. Tenía también diecisiete años cuando, tras la derrota, buscó refugio en un templo dedicado a Julio César, erigido por Cleopatra. A los pies de la estatua del “divino César” suplicó clemencia, pero Octavio ordenó su muerte sin piedad.
Los hijos de Cleopatra y Marco Antonio
Los tres hijos de Cleopatra y Marco Antonio —Alejandro Helios, Cleopatra Selene y Ptolomeo Filadelfo— lograron salvar la vida. Eran demasiado jóvenes para representar una amenaza. Octavio los llevó a Roma y los dejó bajo el cuidado de su hermana, Octavia, viuda de Antonio, para que los criara junto a sus propios hijos.
Durante el desfile triunfal de Octavio en el año 29 a. C., los gemelos Alejandro y Selene fueron exhibidos como trofeos, representando al Sol y la Luna, junto a una efigie de su madre con un áspid enroscado.
Los historiadores antiguos no mencionan a Ptolomeo Filadelfo en esta procesión, ni vuelven a hablar de él ni de su hermano Alejandro. Tal vez murieran siendo niños, fueran asesinados o, en el mejor de los casos, vivieran lejos de la vida pública. En cualquier caso, su destino sigue siendo un misterio envuelto en las sombras del Imperio romano.
Cleopatra Selene: la hija que mantuvo vivo el legado de su madre
De los cuatro hijos que tuvo Cleopatra VII, solo Cleopatra Selene consiguió llegar a la edad adulta. Hacia el año 20 a. C., cuando tenía unos veinte años, el emperador Octavio decidió casarla con Juba II, rey de Mauritania, que tenía entonces veinticuatro. De ese modo, se cumplía el sueño de sus padres: Selene se convirtió en reina.
En su nuevo hogar, la joven soberana se mostró digna heredera de su madre. Se esforzó por mantener viva la memoria de Cleopatra y difundir su legado. Junto a su esposo, impulsó el culto a la diosa Isis, con la que su madre se identificaba, y mandó construir un santuario en su honor en la capital del reino, Cirene. También quiso que la cultura y el conocimiento tuvieran un lugar destacado: fundó una biblioteca inspirada en la de Alejandría y trajo desde allí esculturas y artistas griegos para embellecer su corte

Las monedas acuñadas por Cleopatra Selene reflejan bien ese orgullo familiar. En ellas aparece con el cabello recogido en un moño bajo y una diadema helenística, al estilo de su madre. La acompaña la inscripción griega Cleopatra Basilissa, que significa “reina Cleopatra”, el mismo título que había usado su madre en Egipto. Durante su reinado, y hasta su muerte alrededor del año 5 d. C., cuando tenía unos 45 años, Selene dejó claro lo importante que era para ella su origen grecoegipcio.
El final de la dinastía de Cleopatra
Setenta años después de la muerte de Cleopatra, su linaje llegó a su fin. Selene y Juba II tuvieron un hijo llamado Ptolomeo, en honor a la dinastía ptolemaica de la que descendía su madre. Ptolomeo fue corregente junto a su padre y, tras la muerte de este, en el año 23 d. C., se convirtió en rey de Mauritania.
Sin embargo, su historia terminó trágicamente. En el año 40 d. C., el emperador Calígula, molesto por los símbolos reales que el monarca africano había mostrado, lo convocó a Roma y ordenó su ejecución. Con su muerte desapareció para siempre la descendencia directa de Cleopatra VII, la última gran reina de Egipto.
Sin embargo, la sangre de Cleopatra se extinguió con Ptolomeo de Mauritania, el mito de Cleopatra sigue tan vivo como el primer día.
