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Del hecho al dicho

Un craso error: la trágica historia del hombre más rico de Roma

En el lenguaje cotidiano, decir que algo es “un craso error” significa referirse a una equivocación monumental, evidente y costosa.

La expresión, que ha perdurado más de dos mil años, tiene su origen en un personaje histórico real: Marco Licinio Craso, el hombre más rico de la antigua Roma. Su final fue tan trágico y humillante que su nombre quedó ligado para siempre a los fallos irreparables.

El significado de “un craso error” y su origen romano

La frase “un craso error” no es casual. El adjetivo “craso” significa grueso, evidente o sin disimulo, y al unirse al apellido del político y general romano Marco Licinio Craso, adquirió un sentido histórico. Craso encarnó la ambición sin límites: acumuló riquezas jamás vistas en Roma y, al mismo tiempo, buscó la gloria militar que nunca llegó a alcanzar.

Nacido alrededor del 115 a.C. en una familia patricia, Craso ascendió social y económicamente durante las guerras civiles. Se unió al bando de Sila y recibió propiedades confiscadas a los enemigos políticos. Con ello dio inicio a una carrera de enriquecimiento que lo convertiría en leyenda.

Más allá de la política, Craso fue un maestro de la especulación inmobiliaria. En una ciudad propensa a incendios y derrumbes, compraba propiedades dañadas a precios irrisorios y las reconstruía utilizando a sus propios esclavos especializados en construcción. Luego las alquilaba o revendía con gran beneficio. Además, poseía minas de plata, tierras agrícolas y una amplia red de negocios.

En el año 60 a.C., selló una alianza política con Pompeyo y Julio César conocida como el Primer Triunvirato, que controlaba gran parte de la vida política romana. Sin embargo, mientras sus socios acumulaban prestigio militar, Craso se sentía relegado y ansioso por obtener una victoria que lo inmortalizara.

La derrota de Craso en la batalla de Carras

La batalla de Carras origen de la expresión un craso error

Esa oportunidad parecía llegar cuando fue nombrado gobernador de Siria. Desde allí organizó una campaña contra el poderoso Imperio Parto.

Pero la realidad fue devastadora: en la batalla de Carras (53 a.C.), sus legiones fueron emboscadas por el general parto Surena. La estrategia enemiga, basada en hostigar constantemente con arqueros montados y en el uso de flechas envenenadas, fue letal para las pesadas legiones romanas, poco adaptadas a ese tipo de combate.

El resultado fue una catástrofe: de los aproximadamente 40.000 hombres que componían el ejército romano, se calcula que unos 20.000 murieron en el campo de batalla y cerca de 10.000 fueron capturados y deportados a territorios partos. Solo una pequeña fracción logró escapar con vida.

Craso fue capturado y, según la leyenda, ejecutado con oro fundido vertido por su garganta, un castigo simbólico que representaba su avaricia. Más allá del mito, su derrota marcó uno de los mayores fracasos militares de Roma y selló el sentido actual de la expresión “un craso error”.

La lección que nos deja la caída del hombre más rico de Roma

La historia de Marco Licinio Craso es una advertencia eterna sobre los riesgos de la ambición desmedida. Demuestra que ni la fortuna más inmensa ni las alianzas políticas más poderosas pueden garantizar la gloria, y que el deseo de más puede llevar a la ruina.

Hoy, cada vez que decimos que alguien ha cometido “un craso error”, evocamos, quizá sin saberlo, la memoria del hombre que lo perdió todo por querer demasiado.

Si te gusta el mundo de la Antigua Roma, seguro que te interesa saber más sobre el panteón de los dioses romanos.

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