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Grandes personajes y personajillos

María Isabel de Braganza: la reina que soñó con el Prado

María Isabel de Braganza es una figura poco conocida en la historia de España, pero su legado perdura en uno de los museos más importantes del mundo: el Museo del Prado. Su vida, marcada por la nobleza, el deber y la tragedia, está ligada a la de su controvertido esposo, el rey Fernando VII.

A continuación, conocerás quién fue esta reina, su origen, su papel fundamental en la creación del Museo del Prado y las circunstancias trágicas de su muerte.

Quién era María Isabel de Braganza

María Isabel Francisca de Braganza nació el 19 de mayo de 1797 en Lisboa. Era hija del rey Juan VI de Portugal y de Carlota Joaquina de Borbón, la primogénita de Carlos IV y María Luisa de Parma y, por tanto, sobrina de su futuro esposo.

Creció en un ambiente de intrigas políticas y tensiones internacionales, pues Europa atravesaba un periodo convulso tras la Revolución francesa y las posteriores Guerras Napoleónicas. Por si fuera poco, el país todavía estaba recuperándose del devastador terremoto de 1755 que había asolado la capital.

 

Era una niña sensible y delicada, que recibió una esmerada educación, pero sobre todo se la instruyó para cumplir con sus deberes dinásticos y reforzar las alianzas entre las casas reales ibéricas, como ya había hecho su madre, algunos años antes.

El matrimonio con Fernando VII

En 1816, María Isabel contrajo matrimonio con su tío, el rey Fernando VII de España, quien buscaba fortalecer los lazos entre España y Portugal tras la caída del Imperio Napoleónico.

Cuando llegó, se encontró con una corte llena de confabulaciones y traiciones, que la recibió sin ningún entusiasmo. De hecho, algunos cortesanos la describieron cruelmente como “fea, pobre y portuguesa”, como si no pudiera haber habido una elección peor. ¡Cómo si nosotros estuviéramos para lanzar cohetes!

María Isabel de Braganza, la segunda esposa de Fernando VII.

Fernando no había conseguido tener hijos en su primer matrimonio, eso ponía a la nueva reina bajo mucha presión. Por si fuera poco, el monarca, conocido por su autoritarismo, crueldad y vida lasciva, así como por el problema físico que tenía que hacía que las relaciones sexuales con él fueran extremadamente dolorosas, no mostró hacia ella ningún afecto ni interés. De hecho, siguió frecuentando los prostíbulos de la capital y exhibiendo a sus numerosas amantes. A pesar de ello, María Isabel de Braganza supo desempeñar su papel con gran dignidad, apoyando la vida cortesana y participando activamente en proyectos culturales.

Su impulso al Museo del Prado

Uno de los legados más importantes de María Isabel fue su apoyo decidido a la creación del Museo del Prado, inaugurado en 1819 bajo el nombre de Real Museo de Pinturas, desgraciadamente un año después de la muerte de la joven reina, por lo que no pudo ver su sueño hecho realidad.

Aunque la idea inicial provenía de Carlos III y había sido continuada por Carlos IV, fue durante el reinado de Fernando VII y gracias al entusiasmo de María Isabel que el proyecto se materializó. La reina veía en este museo una oportunidad para acercar el arte a la sociedad y mostrar la riqueza artística acumulada por la monarquía española a lo largo de los siglos.

Gracias a ella, el público pudo admirar algunas de las obras más valiosas de la colección real. Entre ellas se encontraban El jardín de las Delicias (El Bosco), El caballero de la mano en el pecho (El Greco), El tránsito de la Virgen, conocido como La Perla (Rafael), Carlos V en Mühlberg (Tiziano), El Lavatorio (Tintoretto), Autorretrato (Alberto Durero), Las Meninas (Diego Velázquez), Las tres Gracias (Peter Paul Rubens), La familia de Carlos IV (Francisco de Goya) y La Trinidad (José de Ribera).

Su dedicación convirtió al Prado en una institución clave para la preservación y difusión del patrimonio cultural español, siendo hoy uno de los museos más visitados del mundo.

La trágica muerte de María Isabel de Braganza

Su vida fue demasiado breve. En diciembre de 1818, a los 21 años, y cuando hacía solo diecinueves meses de su llegada a España, la reina falleció en el Palacio Real de Madrid tras complicaciones durante el parto de su tercer embarazo.

Según los testimonios de la época, el parto fue extremadamente difícil y los médicos, creyendo que había muerto, le practicaron una rápida cesárea en un desesperado intento para salvar a la criatura, la reina despertó de improviso, dio un alarido de dolor y cayó muerta. Los médicos, tampoco consiguieron salvar al bebé, que era una niña.

María Isabel de Braganza está enterrada está enterrada en el Panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial, junto con las otras infortunadas reinas que no pudieron producir un heredero.

La noticia causó gran conmoción en la corte, dejando a Fernando VII viudo una vez más y sin heredero. Su hermano, el infante Carlos María Isidro, empezaba a soñar que algún día se sentaría en el trono, sueño que terminaría causando la pesadilla de las Guerras Carlistas.

Aunque la vida de María Isabel de Braganza fue corta y marcada por la tragedia, debería permanecer en la memoria histórica de España como la reina que soñó con el Museo del Prado. Su figura, a menudo opacada por la de su esposo, merece ser recordada por su sensibilidad hacia el arte y la cultura, y por haber dejado una huella imborrable en la historia del patrimonio español.

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