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Crónica negra

Los cinco jefes de gobierno españoles asesinados

Hoy recordamos a los cinco jefes de gobierno españoles asesinados a lo largo de la historia. La política española, tantas veces zarandeada por revoluciones, pronunciamientos y conspiraciones, guarda en sus páginas más oscuras la sangre de cinco hombres que dirigieron el gobierno y que murieron a manos de asesinos. Cada uno representaba un proyecto, una esperanza o un muro contra el cambio; todos compartieron el mismo destino: la violencia inesperada, el derrumbe de un instante y la certeza de que el poder, en España, podía pagarse con la vida.

Los magnicidios de Juan Prim, Antonio Cánovas del Castillo, José Canalejas, Eduardo Dato y Luis Carrero Blanco sin lugar a dudas cambiaron el devenir de la historia de España. Vamos a conocerlos un poco mejor y a descubrir como perdieron la vida.

Los jefes de gobierno españoles asesinados

Juan Prim (1814-1870)

Prim: 5 jefes de gobierno españoles asesinados.

General de genio fogoso y político de ambiciones desmedidas, Prim fue el verdadero artífice de la Revolución de 1868, la que destronó a Isabel II y abrió las puertas a una España nueva. El presidente del Consejo de Ministros soñaba con traer un rey extranjero que garantizara la modernidad y la estabilidad de la nación, pero ese nuevo monarca, Amadeo de Saboya, apenas llegó a tiempo de velar su cadáver.

Y es que el 27 de diciembre de 1870, al salir del Congreso y dirigirse en su carruaje hacia el Palacio de Buenavista, varias sombras acechaban en la penumbra de la calle del Turco, en Madrid. De pronto, resonaron disparos. Las balas atravesaron el carruaje, hiriéndole gravemente. Aunque sobrevivió unas horas, murió unos días después, entre dolor y silencio. Nunca se esclareció del todo quién ordenó su muerte: ¿monárquicos, republicanos, rivales personales? La conspiración envolvió su final en un misterio que aún está vigente, como una herida abierta en la historia.

Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897)

Canovas del Castillo: cinco jefes del gobierno españoles asesinados.

El líder del partido conservador Unión Liberal, fue el gran estratega de la Restauración, el político que con paciencia de ajedrecista había devuelto la monarquía borbónica al poder, en la figura de Alfonso XII, y había asegurado un orden conservador, donde nada cambiaba salvo los nombres en el poder. Para sus seguidores era un genio; para sus enemigos, la viva imagen de un régimen inmovilista.

En el verano de 1897,  Canovas buscaba descanso en el balneario de Santa Águeda, en Mondragón. Allí, entre vapores medicinales y paseos tranquilos, la muerte lo aguardaba. Michele Angiolillo, anarquista italiano, entró en el recinto con calma, como un huésped más. Al tenerlo frente a frente, no dudó: le descerrajó varios disparos que hicieron tambalearse al hombre que había gobernado España durante décadas. Cánovas cayó muerto en el estupor y horror de los presentes. El balneario se tiñó de pólvora y sangre.

José Canalejas (1854-1912)

Canalejas: cinco jefes de gobierno españoles asesinados.

José Canalejas fue un reformador, un liberal convencido de que España podía modernizarse sin romper con sus tradiciones. Creía en la necesidad de leyes sociales, en limitar el poder de la Iglesia y en abrir el sistema político a nuevas voces. Su visión era la de un estadista que aspiraba a una España más justa y equitativa, buscando el consenso para evitar la polarización y la inestabilidad del país.

El 12 de noviembre de 1912, en la Puerta del Sol de Madrid, el destino lo sorprendió en un instante cotidiano. Se había detenido ante el escaparate de una librería, tal vez curioseando títulos, cuando un anarquista, Manuel Pardiñas, que en realidad quería asesinar a Alfonso XIII, se acercó silencioso. Tres disparos, secos, le segaron la vida en plena calle. Canalejas cayó junto a los adoquines, rodeado de viandantes aterrados. El asesino se quitó la vida de inmediato, dejando tras de sí un vacío político que España nunca se pudo llenar.

Eduardo Dato (1856-1921)

Eduardo Dato: cinco jefes de gobierno españoles asesinados

Conservador y pragmático, fue  tres veces presidente del Consejo de Ministros  (cargo equivalente a la actual Presidencia del Gobierno). Dato trató de mantener el equilibrio en un país desgarrado por huelgas, anarquismo,  violencia social y las sangrientas derrotas en la guerra en África.  Era un hombre de despacho, más dado a la calma del Senado que a la furia de la calle que le tocó vivir.

Pero la noche del 8 de marzo de 1921, la ciudad se convirtió en su verdugo. Al salir de la Cámara Alta, su coche avanzaba por la plaza de la Independencia, junto a la Puerta de Alcalá. Tres hombres en motocicleta se aproximaron y, con la frialdad de un ajuste mecánico, descargaron sus pistolas sobre el vehículo. El estrépito de los disparos retumbó en las piedras madrileñas. Dato murió al instante, acribillado, convertido en una figura trágica más de la Restauración que se desmoronaba entre violencia y cansancio.

Luis Carrero Blanco (1904-1973)

Carrero Blanco: cinco jefes de gobierno españoles asesinados.

Almirante de voz grave, mano derecha de Franco y heredero designado del franquismo, Carrero Blanco representaba la continuidad de la dictadura. Nombrado presidente del gobierno en 1973, era el guardián del inmovilismo, el hombre que debía impedir cualquier apertura política y que a lo largo de sus años junto al poder se había granjeado enémigos en todos los bandos.

El 20 de diciembre de 1973, Madrid amaneció con una calma engañosa. Mientras su coche oficial recorría la calle Claudio Coello para llevarlo a misa, un comando de ETA accionó el explosivo que había colocado bajo la calzada. La detonación fue descomunal: el vehículo voló por los aires y aterrizó sobre la terraza de un convento cercano. La ciudad entera se estremeció con el estruendo. La muerte de Carrero no solo fue un magnicidio, sino el inicio del derrumbe inevitable del franquismo.

El triunfo de la violencia frente al diálogo

Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero: cinco nombres unidos por la fatalidad, cinco trayectorias distintas cortadas por la violencia. Sus muertes no fueron meros asesinatos; fueron símbolos de un país donde las tensiones sociales y políticas se resolvían con sangre. Cada disparo, cada explosión, marcó un cambio de rumbo en la historia de España.

Los fantasmas de estos jefes de gobierno españoles asesinados recorren las páginas de nuestra historia, recordándonos que el poder, en esta tierra convulsa, siempre ha tenido un precio demasiado alto. ¡Ojalá aprendamos de nuestra historia y dejemos a un lado la intransigencia, la polarización, para que pueda triunfar el diálogo!

Claro que hablando de magnicidios que cambiaron la historia, como olvidar el asesinato del archiduque Francisco Fernando y las terribles consecuencias que tuvo para el mundo.

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