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Curiosidades

PALOMARES 1966: Cuando llovieron bombas nucleares sobre España

En enero de 1966, el tranquilo pueblo andaluz de Palomares, en la costa de Almería, vivió lo impensable: cuatro bombas de hidrógeno estadounidenses cayeron del cielo, una de ellas desaparecida en el mar durante más de dos meses. No era ciencia ficción ni una película de la Guerra Fría. Era real. Y para muchos, se sintió como el fin del mundo.

Un accidente con sabor a Guerra Fría

El 17 de enero de 1966 pudo ser el día más funesto de la historia de España. Ese día, en el contexto de la operación secreta “Chrome Dome”, con la que Estados Unidos mantenía bombarderos B-52 volando 24/7 con armamento nuclear para disuadir a la Unión Soviética. Estos aviones debían repostar combustible en el aire para no tocar tierra durante días enteros. Pero ese día, algo salió mal.

Esquema del accidente de Palomares

Un B-52, cargado con cuatro bombas termonucleares, se preparaba para reabastecerse a más de 9.000 metros de altura sobre Almería cuando chocó con el avión cisterna KC-135. La colisión fue brutal: el combustible estalló en una bola de fuego visible a varios kilómetros. Siete tripulantes murieron en el acto, otros cuatro lograron eyectarse.

Pero la mayor amenaza no fue el fuego… sino las bombas 💣.

Tomates, escombros... y plutonio en Palomares

Los restos del bombardero cayeron sobre Palomares, un pueblo agrícola donde los vecinos todavía recuerdan el hecho con horror. Dos de las bombas impactaron contra el suelo y explotaron parcialmente —no de forma nuclear, por fortuna, pero sí lo suficiente como para liberar polvo de plutonio altamente tóxico.

🍅Una de esas bombas cayó sobre el campo de tomates de Pedro Alarcón, que caminaba con sus nietos cuando el artefacto impactó. “Pensamos que estábamos muertos”, dijo años después. Otra bomba explotó cerca de un cementerio. La escena era dantesca: casas quemadas, escombros en llamas y aldeanos corriendo, sin entender si se trataba de una guerra, un castigo divino o el apocalipsis.

Y lo peor: una de las bombas no aparecía.

La bomba perdida

Tres de las cuatro ojivas fueron localizadas relativamente rápido. Una aterrizó con su paracaídas intacto junto a un río, otra fue recuperada de inmediato tras el impacto, y la tercera causó uno de los cráteres radiactivos cerca del cementerio. Pero la cuarta se había desvanecido.

Durante 80 días, Estados Unidos desplegó una gigantesca operación de búsqueda. El ejército trasladó más de 700 soldados, científicos y técnicos a la zona, con detectores de radiación, helicópteros y hasta submarinos. En la playa de Palomares se montó una base improvisada. Se recogieron más de 1.400 toneladas de tierra contaminada, que fueron enviadas a Carolina del Sur.

El hallazgo clave llegó gracias a un pescador local, quien, al relatar cómo ayudó a rescatar a varios aviadores, mencionó haber visto algo grande hundirse en el mar. Eso fue suficiente para cambiar el rumbo de la búsqueda. La Marina movilizó una flotilla con más de 30 embarcaciones y sumergibles.

Finalmente, el minisubmarino Alvin localizó la bomba en una fosa marina a casi 870 metros de profundidad. El 7 de abril de 1966, el artefacto fue rescatado y trasladado al buque USS Petrel, donde fue desarmado cuidadosamente. El mundo respiró aliviado. 😱

Un chapuzón radiactivo en Palomares

Aunque oficialmente se dijo que la situación estaba controlada, el daño ya estaba hecho. La prensa internacional cubría cada paso del accidente, mientras el régimen de Franco y el gobierno estadounidense intentaban minimizar la gravedad del asunto. El embajador de EE. UU., Angier Biddle Duke y el entonces ministro de información y turismo, Manuel Fraga Iribarne, incluso se bañaron en el mar de Palomares frente a las cámaras para demostrar que no había riesgo de radiación. Un gesto más simbólico que científico.

A pesar del despliegue, la limpieza no fue completa. Aunque se hicieron controles de salud y monitoreos ambientales durante años, aún hoy —casi 60 años después— siguen cercadas unas 40 hectáreas de terreno por contaminación radiactiva. En 2015, Estados Unidos y España firmaron un acuerdo para terminar de limpiar la zona, pero hasta ahora no se ha cumplido.

Un episodio “casi” olvidado

El accidente nuclear de Palomares sigue siendo uno de los incidentes más graves de la Guerra Fría que involucró armamento nuclear en suelo extranjero. También es un símbolo del secretismo, el riesgo y la tensión constante que definieron esa época. Para los habitantes de Palomares, que aún conviven con el legado radiactivo del accidente, es mucho más que una historia lejana: es una herida abierta.

Porque, aunque las bombas no explotaron como en Hiroshima, el miedo, la incertidumbre y la negligencia gubernamental dejaron una marca indeleble. Una historia de ciencia ficción que fue, tristemente, demasiado real.

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